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PUBLICADO EN GARA 2013/03/03

CHRISTIAN FELBER | ECONOMISTA

«Técnicamente es fácil terminar con los paraísos fiscales»

El autor austriaco de «La economía del bien común», que ha generado una corriente alternativa al neoliberalismo de la Unión Europea, lanza en este momento «Salvemos el euro» (editorial Anaya) en el que plantea que «el euro tiene la crisis que se merece». Es fundador de Attac en Austria.

 

 

Después del best seller «La economía del bien común», Christian Felber saca a la luz esta semana su nuevo libro «Salvemos el euro» (Editorial Anaya) en el que como idea base indica que solo podrá funcionar la moneda única «si, junto a las políticas económicas, se coordinasen otras como la política financiera, la salarial, la fiscal y la política coyuntural». La economía del bien común no cuestiona al mercado, pero lo quiere «más democrático y participativo». Se acerca al modelo cooperativista.

¿Está en peligro el euro?

Está en gran peligro por la mala construcción de la zona euro, de lo que es el mercado común, pero también por las deficiencias democráticas de la Unión Europea, a nivel más profundo. Pero al analizar el nivel superficial, vemos que la construcción de la zona euro es una integración solo monetaria, pero no hay cooperación en otros campos importantes de la política econó- mica entre los países.

¿Por ejemplo?

La política fiscal, la política comercial y la financiera. Sin cooperación en estas tres políticas el euro no lo vamos a poder conservar. Las estrategias de rescate, que los gobiernos y parlamentos están implementando, tampoco nos van a salvar al euro. Es posible salvarlo, pero no con esas políticas.

¿Las políticas fiscales, monetaria y financiera se han quedado fuera de esa integración por interés de los propios países de la UE-27?

No son intereses de los países, sino que dentro de cada uno de los países las élites económicas, políticas y financieras reclaman aspectos diferentes a las grandes necesidades de la mayoría de la población. Ese es el problema real. No es un problema entre culturas supuestamente diferentes, sino que las necesidades y las visiones políticas básicas de todos los pueblos soberanos son interesantes, pero tendríamos la posibilidad de construir una unión política más estrecha, qbajo una construcción estable para el euro, pero los intereses de las élites son distintos. En concreto, las élites se resisten con todo su poder contra una unión fiscal que incluya impuestos sobre los factores móviles como son las fortunas financieras, los ingresos del capital, los beneficios de las grandes empresas y las transacciones financieras. Tampoco quieren ni escuchar sobre la durabilidad y estabilidad de la UE. Hace falta que aspiren a balances equilibrados y sancionen a aquellos que no lo hagan. A estas dos medidas habría que añadir una tercera: una regulación estructural de los mercados financieros. Si no se logra, tampoco habrá un euro estable.

¿Está aumentando la diferencia entre la élite y la población?

Ese es el problema. Todas las encuestas determinan que hay una aplastante mayoría de la población que demanda que se cierren los paraísos fiscales y que se descuarticen los bancos sistémicos después de salvarlos, y no se les permita que resurjan. Así se permitiría fortalecer una economía real de mercado. Porque tenemos la pretensión de haber creado un mercado común financiero, pero se ha hecho todo lo contrario creando estos monstruos sistémicos que son el final de la economía de mercado. No hay libre competencia, porque ya no hay el derecho a mantener el mercado, sino que son el punto final de la democracia. Este problema sobreviene de una demasiada concentración de poder económico y, concluyentemente, político en pocas manos.

¿Por qué los políticos están permitiendo que se pierda el poder de la Unión Europea?

Hay distintas seducciones a las que han cedido. La primera es la seducción ideológica del supuesto liberalismo, que hay que desencadenar la liberalización de los mercados sin límite de regulaciones ni a la concentración del capital. En mi visión, este supuesto liberalismo es antiliberal. Porque para salvaguardar las libertades, incluyendo la libertad económica, tenemos que limitarlas en todos los sentidos. Tenemos que procurar que los bancos no se hagan demasiado grandes. Siempre hablo de unos activos máximos de entre 20.000 y 30.000 millones. Las empresas tampoco deben ser demasiado grandes, ni la propiedad privada, en general, porque acumulan mucho poder.

¿Desde la política se potencia la concentración de poder?

Sí. Porque lo confunden con una postura liberal.

¿Cuál es la segunda seducción a la que se refiere usted?

Que el poder político y monetario les hace felices. Se comportan de forma egoísta a costa de los demás, a costa de la mayoría de la población. Sabemos que es pura ilusión, por eso la economía del bien común va más allá en la búsqueda de soluciones, y cuenta que no son ni el poder ni el exceso de dinero lo que nos hace felices, sino las relaciones que funcionan con la naturaleza intacta, con la Seguridad Social, con el reparto justo y con un tiempo suficiente para hacer lo que a cada uno nos gusta hacer. Si queremos enfocar otras metas deberíamos ponernos en el foco de la medición de éxito económico y de ahí llegamos al bien común, en vez de al PIB, es decir el balance del bien común en vez del balance financiero a nivel empresarial. Creo que se trata de cambiar el enfoque de la actividad económica, preguntándonos por esa meta. Mientras confundamos el éxito y la felicidad con indicadores monetarios no vamos a salir de esta.

La UE de los 27 tiene muchas diferencias entre sus propios países ¿qué habría que hacer?

Así es. Hay una diferencia muy marcada entre países en términos monetarios, pero en términos de felicidad tengo mis dudas de que la gente en España sea menos feliz que en Alemania, lo dudo mucho. Más feliz son en el norte quizá por tener más estabilidad social y unidades más pequeñas, lo que aumenta la felicidad, según los estudios científicos. Pero esto son los dos niveles, porque si queremos salvar el euro hace falta la cooperación política y económica, empezando por gravar las grandes fortunas y los cimientos del mercado común en el nivel técnico y económico. Y, en el nivel más profundo cultural, hace falta desvincular nuestras aspiraciones a la felicidad de los indicadores monetarios y vincularlas a indicadores de éxito económico como los que he enumerado.

¿Qué habría que hacer para cerrar los paraísos fiscales?

Sería muy fácil técnicamente, porque los paraísos fiscales no importa que sean Suiza, Mónaco, Andorra o las Islas Caimán depende esencialmente de la libre circulación de capitales que hoy en día no se hace en maletas, ni a través de fronteras, bosques o montañas. Los más ricos tienen tantos miles de millones que no caben en una maleta y estos lo hacen casi exclusivamente por internet.

¿Son fáciles de controlar?

Técnicamente las transacciones financieras transfronterizas son efectuadas por muy pocos bancos especializados en estos servicios de la transferencia financiera transfronteriza y sería muy fácil regular estos flujos de capitales. Teóricamente con mi propuesta podríamos convertir este servicio de transferencia financiera internacional en dominio público como una de las tareas de los sistemas bancarios centrales, que ya hacen parte. Si las hicieran de forma exclusiva no habría ninguna posibilidad del capital de esquivar estos caminos transfronterizos opacos. Podríamos gravar, poner un impuesto, hasta cerrar esas vías que van a los paraísos fiscales hasta que no cooperen.

¿Qué hace falta?

Las relaciones interhumanas se establecen y profundizan en la medida que crece la confianza. Las llaves de mi casa o la cuenta corriente no la doy hasta que hay confianza. Lo mismo recomiendo a los países. La circulación libre de capitales solo podría ser libre si los países han ganado esa confianza. Cuando Suiza o Islas Caimán cooperen, se logrará. Es técnica y políticamente muy fácil, pero nos han inculcado esa idea de que el capital es un pájaro y puede volar donde quiera, pero no es así. El capital requiere una infraestructura técnica muy material, y se puede regular, si se quiere.

A su juicio, ¿cuánto dinero hay en los paraísos fiscales?

El PIB mundial es de 75 billones de dólares, y las fortunas globales son, según se estima, hasta tres veces mayores, 200 billones de dólares. Una cuarta parte está depositada en los paraísos fiscales del mundo, 50 billones. Suiza es el mayor paraíso fiscal, con una tercera parte. Hasta que no haya transparencia no se sabrá a ciencia cierta si estas estimaciones son reales.

 

bancos

«Tenemos que procurar que los bancos no se hagan demasiado grandes, lo mismo que las empresas, porque acumulan demasiado poder»

«Gravando un 2% a las fortunas de la élite, podríamos pasar de los recortes a la inversión»

¿Hay que fijar tasas e impuestos a las grandes fortunas?

La tasa de endeudamiento de los países de la zona UE es del 90% del PIB. España está en la media. En la zona euro las fortunas privadas son cinco veces la deuda pública. En España es mayor, porque la deuda pública está en los 900.000 millones de euros, pero la propiedad privada, según el Banco de España, cuenta con 6 billones, mayor que la media europea. La propuesta es si gravamos las fortunas de forma efectiva, porque se introdujeron medidas sobre el Patrimonio, pero no es efectiva ni concertada en la UE.

¿Qué propone usted ?

Se podría gravar con un 1% de la fortuna efectiva en un año. Se reduciría la deuda en un 5%; en dos años, el 10%. Si grava con el 2%, sería un mínimo dolor para la élite económica, pero podríamos pasar de los recortes a la inversión pública. En recesión económica la solución es invertir y no ahorrar. Podríamos generar empleo juvenil, social y ecológico, que no haga daño al medio ambiente, no crear un crecimiento sin sentido. Sería una solución teórica fácil. Causa un pequeño dolor a las fortunas de la élite, que se verían gravadas. Es la mejor solución viendo las alternativas existentes, que ahondan en un panorama de inflación, que es lo que está adoptando el Banco Central Europeo. Porque, en el peor de los casos, vamos a un enfrentamiento civil.

¿Con este libro qué quiere enseñar?

Pretendo enseñar que hay una alternativa. Que está en el propio interés de la élite económica, que impide su desarrollo. Deben cambiar su mente, sin duda, porque esta política de recortes y austeridad va contra sus intereses.

Y, a la vez, la meta más ambiciosa, que me propongo con «Salvemos al euro» es que quiere llamar la atención a la propuesta de que podríamos reconstruir la casa europea de forma democrática, pasando por sus propios miembros. Porque ni en España, ni Austria ni Alemania tenemos democracias reales. Solo si hay constituciones que se realizan por el pueblo soberano, como se está haciendo en Islandia seremos capaces de controlar al poder financiero, al Parlamento y a los gobiernos. Se trata de que la economía esté al servicio del pueblo. Islandia va por ese camino, que considero útil, salvo en la última palabra, que dice que la tiene el Parlamento. Eso es un fallo, porque la voluntad soberana es del pueblo. J. B.

grezia / grecia

Tenemos aqui un certero articulo en GARA.
Verdades precisas de una realidad tapada por las mentiras.

GARA
Antonio Alvarez-Solís Periodista

La venta de una nación
Además de la «exquilmación tan ruda como prepotente de la población griega», en opinión del veterano periodista han ocurrido dos hechos de extraordinaria trascendencia en Grecia, su «venta» en el explosivo y nuevo mercado del colonialismo y la «muerte definitiva del socialismo como expresión de la izquierda». Alvarez-Solís analiza en profundidad las implicaciones de la situación griega y defiende la solución de la salida de la Unión Europea y el manejo de su propia moneda. Y finaliza advirtiendo de que ahora proseguirá «la venta de la ribera mediterránea».

En Grecia acaban de ocurrir dos cosas de extraordinaria trascendencia: la venta de una nación en el explosivo y nuevo mercado del colonialismo y la muerte definitiva del socialismo como expresión de la izquierda. Insisto, en Grecia se ha creado una nueva colonia y esta vez a costa de un pueblo ilustre en la historia por crear el pensamiento moral y la democracia. Los «persas» no han sido detenidos esta vez en Salamina y la ciencia económica ha dejado de constituir una epistemología moral para mostrarse ya sin tapujos como un artilugio siniestro, como un arma de asalto de los bárbaros actuales. La destrucción de la vieja propuesta ética, que entendía la sociedad como una retícula de valores esencialmente protectores del ser humano, ha sido radical por parte de los grandes y poderosos estados, que actúan como punta de lanza de la voracidad de los depredadores. El Estado ha renunciado a su función distributiva, siquiera fuera mínima, para entregarse a la administración decididamente escandalosa de unos intereses antihumanos.

Las máscaras que velaban este siniestro festín han desaparecido de los rostros a la luz del día y han dejado al descubierto las almas de todos los que se enfrentan en un duelo ahora ya sin coartadas: las almas de la ciudadanía que sufre el despojo y las almas de aquellos que reprimen, con las armas y las leyes, a esa ciudadanía a la que, además, acusan los poderosos de abuso, extralimitaciones y desgobierno de su vida cotidiana. En esta batalla queda de relieve el auténtico perfil de los sacrificados así como el execrable propósito de quienes alimentan la herramienta de muerte que manejan no solamente los poderosos sino quienes les sirven a sabiendas de la injusta causa que protegen.

Esto último alcanza -¿por qué no?- a quienes derraman sangre y esparcen dolor en nombre de la cínica doctrina de la obediencia debida. Cuando un pueblo es puesto en venta nadie que proteja ese siniestro negocio está libre de culpa. La responsabilidad se derrama en una inmensa cascada. Es hora ya de que quienes tienen la obligación de servir al pueblo estén con el pueblo.

La exquilmación tan ruda como repugnante de la población griega despoja de cualquier legitimación a los dirigentes de las estructuras financieras, a los Parlamentos que les facilitan la ley adecuada para su crimen social, a las instituciones que han expropiado el sello popular que debía garantizar una gobernación realmente democrática, incluso a la mismas iglesias que únicamente se valen de argucias como la resignación ante lo supuestamente inevitable.

Esa exquilmación justifica de pleno el levantamiento popular. La legalidad precisa una nueva legitimidad. Es cierto que los griegos comunes, el «uomo qualunque», son también responsables de haber bebido la copa de las teorías que ahora les destrozan, pero la entrega de toda una nación a un destino tenebroso exige unas responsabilidades muy duras a quienes han hecho de la sociedad actual el despojo de una vida obscena. Es más, si los griegos que iban del corazón a sus asuntos, si tender la mirada más allá del horizonte por el que venían los bárbaros, se baten ahora en la calle con todos los agentes de la represión están ganando a pulso una restauración moral que necesitaban como seres sociales. Porque los pueblos no se liberan con las leyes patentadas por la minoría que impera en todos los órdenes de la vida sino con el vigor con que reaccionen frente a la injusticia. Yo diría que en estas horas dramáticas para la vieja y acosada nación helena todos somos esencialmente griegos.

El espectáculo que ha generado la Comunidad Occidental, la europea en primer término, para exprimir hasta la última gota de la sangre griega constituye uno de los acontecimientos más vergonzosos del neocapitalismo. Se obliga al Gobierno griego a vender los bienes públicos de la comunidad como si se impusieran condiciones draconianas tras una guerra perdida. Se van a forzar los impuestos sobre las masas de un modo medieval. Se rebajará la calidad de los servicios sociales, entre ellos la sanidad, la educación y las pensiones, de un modo humillante, retornando a miserias inconcebibles. Se van a empobrecer los salarios hasta la mínima posibilidad vital. Los despidos se están masificando hasta la frontera más sensible. Sangre, sudor y lágrimas.

Hagamos recuerdo de la frase que siempre fue empleada, incluso por Churchill, para vender a la infantería popular su inicuo sacrificio. Esas frases han constituido casi siempre un veneno tan poderoso como cínico.

Podemos sin escándalo formular ya la gran pregunta: ¿Y toda esta inmensa tragedia que incrementa colosalmente el infortunio humano a quién se debe realmente?¿Al hombre desmedulado por una larga y siniestra doctrina? ¿Qué se ha conseguido con la piramidalización de los poderes? ¿Qué con la invención de monedas convertidas en grilletes y que únicamente sirven de ganzúa a las grandes potencias? ¿Qué hay tras esos mercados convertidos en universales para la expansión inicua de unos cientos de empresas y que no han ayudado nunca el crecimiento de los débiles, cuyas minorías gobernantes se postran reverentemente ante altares ajenos? ¿Quién es el loco o el impostor que se atreva a hablar del significado de su modesta bandera, convertida en trapo de colores que sirve únicamente para envolver a los muertos que han sido producidos en mercado de guerras multipolares?

Y han sido los socialistas del Sr. Papandreu los que han decidido envolver para regalo a las masas griegas, mientras la oposición conservadora juega a un cínico amor por los ciudadanos que se derraman por las calles defendiendo lo que les queda. Derecha en la que figuran los banqueros, los grandes empresarios, los inversores que navegan en corso, los que quieren salvar la deuda pública porque en ella se han cobijado contra los intereses de su propio pueblo ¡Oído, España, que veremos, lo estamos viendo ya, ese potaje servido por unos y otros en la mesa de la mayoría ciudadana! A mí me maravilla que se siga diciendo por los poderosos y que se siga creyendo por los esquilmados que el camino para la redención social pasa por apretar el cinturón del necesitado y por sanear y reforzar el poder de las grandes instituciones financieras ¿Ahora hay que salvarlos de su propio estropicio?

Si fuéramos sensatos en la calle, que no parece que haya reventado con estruendo aún, exigiríamos la liberación de cada pueblo, la instauración de una economía social, la restauración de una jerarquía de valores, la entrega del protagonismo político a quienes sufren tanto dolor envuelto en tan criminales teorías, el retorno de un poder cercano y cuidadoso de las cosas.

Grecia puede salvarse con su salida de la Unión Europea. Grecia puede salvarse manejando libremente su propia moneda; se podía haber devaluado. Grecia puede reflotar buscando nuevos aliados y distintos marcos de comercio y expansión. Grecia no estaría en trance de morir como sociedad humana y libre si se le permitiera desengancharse del carro por el que tira asfixiadamente para beneficio de Alemania, de Francia, de Inglaterra, del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial, del Banco Central Europeo y de todas esos grandes vehículos a los que nos han uncido con el engaño doctrinal, la manipulación económica y con el aparato de fuerza militar que nos vigila en el interior de la finca.

Ahora proseguirá la venta de la ribera mediterránea para beneficio del norte apolillado. Italia, España, Portugal… Y millones de ingenuos seguirán creyéndose culpables por no seguir el consejo de los grandes sacerdotes que pasan todos los días por contaduría para recoger los beneficios.