la esperanza en Bilbao

 La esperanza en Bilbao

 

Al igual que el poeta Vicente Aleixandre sostenía en uno de sus versos sobre su metrópoli natal “Un soplo de eternidad pudo destruirte ciudad prodigiosa…” este puede llegar a ser sostenido como un principio premonitorio dado que al Bilbao del futuro, no sabemos si urbanísticamente le acontecerá un análogo destino. A riesgo de poder parecer un agorero, simplemente les invito a que reflexionen en torno a unas cuantas cuestiones, porque considero que no hay nada más fructífero para el intelecto humano que suscitar la duda o “skepsis”, aquella, que según el filósofo José Ortega y Gasset, es la condición del conocimiento científico. 

 

Es algo curioso, porque en los años 70, ya hubo quienes, como el arquitecto municipal Ramón Losada, basado en su experiencia y que expresó en su tesis doctoral sobre el urbanismo de Bilbao de aquellos años, llegó a sostener una idea que hoy esta de plena actualidad, dado que planteó si no sería más lógico que durante las siguientes décadas Bilbao dejara de extenderse, y que se les permitiera a otros núcleos urbanos ya consolidados la posibilidad de crecer. Detrás de esta decisión no se trataba sino de darles a los bilbaínos una ciudad con calidad y dejar de lado aquellos perniciosos anhelos económicos sobre la urbe, basados en la estupidez y en la soberbia de muchos políticos de avalar el crecimiento por el crecimiento que había llevado durante el Desarrollismo a Bilbao a ser tachada de ciudad caótica. Baste recordar la situación del casco histórico, que estuvo en peligro de desaparecer, la anárquica situación de los barrios periféricos, pero también las optimistas posibilidades que se originaron ante las propuestas de la exposición, en la Feria de Muestras, sobre Roma Interrotta, cuando se sostuvo por algunos de los arquitectos más brillantes del momento, que había que recuperar el casco histórico y que la ciudad dejara de crecer a través de las ciudades satélites, de los polígonos y de los rascacielos, que habían supuesto un auténtico desastre urbanístico, sobre todo, por la extraordinaria especulación suscitada.

 

Hoy, año 2012, aquellas ideas, al parecer, cayeron en saco roto. Porque una de las muchas incertidumbres que surgen en estos momentos, es, ¿qué les espera en los próximos años a los bilbaínos?: con ejemplos como el del proyecto de Zorrozaurre, con la anunciada construcción de miles de viviendas (unas 5.473 viviendas), empresas, parques tecnológicos y demás negocios (sobre unos 201.360 m2), con una población que se incrementará como mínimo entre 15.000 a 25.000 personas, solo en esa zona, todo ello da que pensar. Tengamos en cuenta, que quienes accedan a esas viviendas, tendrán un coche o dos por familia, y que las empresas allí ubicadas suscitarán un mayor movimiento de vehículos industriales o de transporte de mercancías… ¿con qué tipo de propuestas contarán si hoy día ya hay graves problemas de movilidad en Bilbao y no digamos en esa zona? la duda inmediata que surge es ¿qué pasará entonces?, ¿acaso la solución será la de complicar más la vida a los ciudadanos de a pie, al suscitar una mayor contaminación ambiental, aglomeración y densidad?.

 

A esta gran obra hay que añadir las nuevas viviendas de Garellano y las de Olaveaga (unas 2.000 viviendas). Más gente, significa inevitablemente más problemas. Vuelven los viejos proyectos como el canal de Deusto, los aparcamientos en las afueras de la trama urbana para, supuestamente, impulsar el transporte público, más rascacielos…, pero, ¿es esta la solución, volver a arcaicas y fallidas formulas propias de la edad provecta, cuando las ideas sobre la ciudad del futuro van por otro lado? Tal vez se deba a que la memoria en el ser humano es demasiado frágil. Porque al parecer vuelven las ideas sustentadas para conformar aquella ciudad que supuso un autentico disparate del que se ha levantado Bilbao no hace mucho tiempo. Pero a pesar de ello hay quienes se empeñan en volver a una mayor opulencia, en sostener un mayor número de elementos dentro del tejido urbano, que no va a suponer sino caer en los gravísimos problemas de antaño. ¿No se darán cuenta que cuanto más se construye y se extiende el botxo -limitado como lo está-, es pan para hoy y hambre para mañana? El problema, simplemente se lo están trasladando a los bilbaínos del futuro. Conflicto que es extensible a la mayoría de ciudades del mundo bajo este tipo de sociedades y sistemas. No sería más lógico proporcionarles a los ciudadanos, menos cemento estéril e hirsuto y más calidad de vida.

 

Hace años ya sustenté en un artículo la idea sobre la extraordinaria oportunidad perdida en Abandoibarra, junto al Guggenheim, la biblioteca de Deusto y el palacio Euskalduna. Los que respaldaron la política sobre Abandoibarra, sostendrán que era absolutamente necesario recalificar aquel suelo, vender lo que era público a la iniciativa privada, y obtener cuantiosos beneficios para poder llevar a cabo la rehabilitación de lo que antes había sido una zona extremadamente degradada. No hubiera sido una propuesta más inexhausta, que si tuvieron la temeridad de que se invirtieran más de 40.000 millones en el Guggenheim, en una apuesta de futuro en la que casi nadie creía, sin saber si tendría o no éxito, ¿por qué no plantear con muchísima menos inversión económica algo mucho más potente culturalmente que además hubiese sido un éxito seguro? Fue la gran oportunidad perdida de haber construido sobre ese suelo el gran centro de las Artes Escénicas (proyecto trascendental para Bilbao pero defenestrado políticamente, porque ninguno apostó ni peleó por ello), que hubiera servido para lanzar no solo a los artistas vascos sino a Bilbao como la gran ciudad de la cultura a nivel mundial. Llegué incluso a sostener traer la facultad de Bellas Artes de Leioa a un edificio colindante, de esta forma se unirían todas las artes, erigiendo una especie de Bauhaus en Abandoibarra y que como proyecto de futuro hubiese sido muy rentable, tanto cultural como económicamente.

 

En vez de eso, se ha dado prioridad a otro modo de entender la ciudad, -las enabling settlement strategies-, que siguen vigentes. Por otra parte, todo el mundo emplea hoy usualmente un termino del todo desacertado al referirse a Bilbao como ciudad cultural –ahora comprendo al urbanista Michael Sorkin cuando sostenía que la cultura se esta Disney-ficando-, pero mi duda es, ¿porque se le califica así, si hay más oficinas, viviendas de lujo …que edificios que tengan que ver con la cultura?. Es más, ni tan siquiera cumple con la premisa de un concepto más trivial de cultura, tal y como la definía el filósofo e historiador Werner Wilhelm Jaeger, como la totalidad de todas las manifestaciones y formas de vida que caracterizan a un pueblo. Contrariamente a esto se suscitó otro tipo de cultura, como ha sido la de la especulación sobre lo que fue un terreno público, llegando a hacer de ese suelo el m2 más caro del Estado, con edificios exclusivos, privatizando ese suelo que una vez fue patrimonio de los ciudadanos. Hoy, en cambio, es propiedad de unos pocos.

 

Parece ser que fueron premonitorias para Bilbao las palabras de Francois Mitterrand a principios de los años 80 “une civilisation est évalué par le réussir de s´architecture” pero al igual que Paris se intentaba contextualizar mundialmente, -gracias a la arquitectura y a los grandes arquitectos-, aquí en Bilbao, para llevar a cabo el mismo anhelo, no todo han sido aciertos. Porque hoy Bilbao es igual a cualquier otra ciudad del mundo, como en su senectud lo fue con su estética fabril e industrial. Pero ante este nuevo Bilbao que surge, ¿cual es la esperanza?, tal vez, permítanme mi derecho al pesimismo, la que ya sostuvo en otro contexto el poeta Gabriel Aresti “…Bilbaon, esperanza oso mehar, ilun, eta laburra da”.

 

Luis Bilbao Larrondo (Doctor en Historia)

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