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Condenado a 20 años por asesinar de una brutal paliza a su pareja en Bilbao

La madre y un hermano del acusado también han sido castigados a un año de cárcel cada uno por omisión del deber de socorro.
La mató pegándole patadas reiteradas en un costado mientras ella estaba tumbada. Los golpes le rompieron las costillas, que se le clavaron en el bazo y le provocaron un «estallido esplénico», según reveló la autopsia. Antes le había propinado numerosos puñetazos por todo el cuerpo mientras le repetía «¡te voy a reventar!» y ella le suplicaba «¡cari, no!». La Sección Sexta de la Audiencia provincial vizcaína acaba de condenar a Antonio G.J., de 43 años, a 20 años de prisión por el delito de asesinato con los agravantes de abuso de superioridad y parentesco, por dar muerte a su compañera sentimental, Amelia Amaya Jiménez, de 36 años, el 25 de julio de 2010 en la calle Fraternidad, entre los barrios de Otxarkoaga y Txurdinaga.
También le castiga a once meses de prisión por quebrantamiento de condena, según la sentencia a la que ha tenido acceso este periódico. Quince días antes del crimen, un juzgado de violencia contra la mujer le había condenado por amenazar de muerte a su pareja prohibiéndole acercarse a ella a menos de 500 metros. Sin embargo, en el momento de los hechos, ambos convivían en casa de la familia de él.
Además, la madre y el hermano del acusado han sido condenados también a un año de cárcel cada uno por el delito de omisión del deber de socorro, ya que ambos se encontraban en la vivienda, se despertaron por los gritos e intentaron mediar en la agresión, pero después les dejaron solos. La sentencia reconoce a la madre y a las dos hijas de la víctima, de 17 y 20 años, el derecho a 60.000 euros de indemnización para cada una.
El día de autos, ambos cenaron juntos en casa de la madre de Amelia y después se dirigieron a dormir al domicilio de la familia de Antonio, en la calle Fraternidad, según los hechos considerados probados por el fallo. Consumidores habituales de drogas desde hacía años, habían ingerido cocaína y heroína, además de hachís y medicamentos. Amelia estaba tan drogada que se cayó en la calle.
Llegaron a la vivienda alrededor de las dos de la madrugada entre gritos y golpes. El escándalo despertó al hermano de Antonio -J.G.J., de 34 años-, quien vio cómo le pegaba «un puño en la cara y la cabeza». «Antonio estaba fuera de sus cabales, muy mal», según declaró en el juicio celebrado el pasado noviembre, y decidió llamar a su madre, C.J.M., de 63. «Lo que tenían que haber hecho es impedir que siguiera golpeándola, y en caso de que no fuera posible detener la agresión de golpes, insultos y amenazas, llamar a la Policía», zanja la sala.
Según la sentencia, Antonio es un hombre de enorme irritabilidad y agresividad, que ha protagonizado a lo largo de su vida numerosos episodios violentos. La madre se puso en medio para que su hijo no siguiera golpeando a Amelia y se la llevó al salón. El hermano trató de apaciguar al acusado. Sin embargo, ambos se retiraron después a sus habitaciones y dejaron sola a la pareja, momento en que Antonio siguió golpeando a Amelia por todo el cuerpo. Dado el estado de debilidad de la mujer, agravado por la ingesta de drogas, cayó al suelo. Él la insistía en que se levantase, pero la mujer no podía, y, tras pisarla el brazo, la siguió apaleando con tanta brutalidad que le provocó la muerte, detalla la resolución judicial.
Según los testimonios aportados por algunos vecinos, y teniendo en cuenta la data de la muerte que fija la autopsia -a las cuatro de la madrugada-, la paliza pudo durar dos horas. Cuando el hombre se percató de que la mujer había fallecido, la colocó encima de la cama, la tapó y, con la ayuda de sus familiares, intentó hacer creer que había fallecido por una sobredosis. «No pensé que la había hecho tanto daño», llegó a declarar en la vista oral.
La sala considera como prueba fundamental las conclusiones de la autopsia. Al examinar el cadáver, los forenses apreciaron hasta 16 lesiones en distintas partes del cuerpo, aunque las que le provocaron la muerte fueron las que le infligió en la zona costal. Presentaba múltiples traumatismos, fracturas costales y la rotura esplénica que desencadenó la hemorragia mortal.
Psicópata imputable
Antonio sufre un trastorno de la personalidad. «Estamos ante un psicópata al que el sufrimiento de los demás no le importa en absoluto», afirmaron los especialistas en el juicio. Y tiene diagnosticada una esquizofrenia, por lo que está en tratamiento psiquiátrico desde hace veinte años. Sin embargo, los especialistas consideran que en el momento de los hechos no sufría ningún brote psicótico y era consciente de sus actos, por lo que el tribunal rechaza la atenuante solicitada por la defensa. «A todos los efectos de la imputabilidad, es una persona capaz», señala la resolución. Tampoco estiman la de drogadicción. «El acusado impresiona por su escasa implicación afectiva, lo que relacionamos con esa psicopatía», apunta el tribunal.
Vecinos del inmueble, testigos protegidos, declararon en la vista oral que las peleas eran habituales en ese domicilio; hasta «una vez por semana», según apuntó alguno. Sin embargo, ninguno llamó a la Policía. Fueron los familiares de Antonio quienes telefonearon a una hermana de Amelia y a los recursos sanitarios, asegurando que falleció por una sobredosis.
Durante el juicio, Antonio reconoció que habían discutido por las drogas y que le pegó unos «tortazos» para que se despertara, pero «pegar bruscamente, no la pegué», afirmó. «Estábamos todo el día endrogados y nuestras relaciones eran muy violentas», dijo. Durante la detención, los ertzainas le tomaron una fotografía de los nudillos; los tenía «rojos». «Una vida humana, por muy deteriorada que estuviera Amelia, no tiene precio», zanja el tribunal.
Otxarkoaga.com
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