vidrieras en otxarkoaga

El pintor y grabador bilbaino Gabriel Ramos Uranga

Sostuvo en reiteradas ocasiones que en sus obras él siempre trató de “dibujar la luz”, como supo plasmar en Otxarkoaga

Vidriera monumental emplazada en la iglesia de Otxarkoaga. CEDIDA POR CRISTÓBAL RIVERA

En Bilbao en 1960, en plena dictadura franquista, el arquitecto director del proyecto del polígono residencial de Otxarkoaga (1959-1964), Pedro Ispizua Uribarri, le propuso al pintor Gabriel Ramos Uranga algo inédito dada su juventud e inexperiencia: que diseñara las vidrieras de la iglesia de Los Santos Justo y Pastor sita en el polígono. Ramos Uranga tenía tan sólo 21 años y aceptó dicho encargo.

Esta iglesia secundaria fue diseñada por el propio Ispizua. La dotó de unas líneas limpias, tanto racionalista en su estructura como brutalista en su estética, con forma trapezoidal, en un único y gran volumen. En el exterior del templo destaca como cuerpo arquitectónico adjunto a la nave el campanile de hormigón abujardado que termina equilibrando las masas. Según se avanza por dentro de la nave hacia el presbiterio, se va anchando y haciendo más alta, dando una sensación de mayor amplitud de la que realmente tiene. A esta se une lateralmente otro edificio anexo, mucho más reducido, en el que se desarrollan los servicios de la sacristía, los confesionarios y el baptisterio.

Ispizua, a través de este proyecto, reclamaba una modernidad ausente en la arquitectura bilbaina, por lo que pretendió reproducir en el polígono de Otxarkoaga el proyecto de la iglesia de Notre Dame des Pauvres en Issy-les-Moulineaux en el Gran París, que apareció en 1957 publicado en un monográfico dedicado a la arquitectura religiosa en la Francia de posguerra, en la más que influyente revista L´Architecture d´aujourd´hui. Dicha iglesia fue diseñada por los reputados arquitectos Jean Blaise Lombard y Henri Duvedier junto al prestigioso pintor, diseñador, editor, poeta y grabador Leon Zack, autor de las vidrieras y del mobiliario junto a su hija Irene Zack. La crítica francesa elogió este templo católico además de por su moderna arquitectura también por sus vidrieras abstractas; es más, lo consideraron como una obra mayor de la arquitectura religiosa francesa de postguerra, junto a Notre Dame du Haut de Ronchamp, de Le Corbusier.

Por otra parte, las vidrieras de la iglesia secundaria de Otxarkoaga tuvieron un diseño totalmente dispar dado que fueron distribuidas por toda la parte superior de los muros, tanto de los laterales como sobre la entrada de acceso. La parte más monumental de la vidriera, sin embargo, se planteó en el muro Este, con una especie de tríptico historiado de estilo geométrico abstracto con una variada gama de vivos colores, que iban desde la cubierta al suelo. En la parte inferior del vitral monumental, las imágenes que diseñó Ramos Uranga eran las de unos ángeles glorificando a la Virgen y al niño Jesús.

Las representaciones están a punto de perder su figuración del todo al estar fragmentándose en múltiples segmentos. En la parte superior de esta vidriera, situada a la derecha de los personajes, aparece representada una paloma como símbolo del Espíritu Santo. Por regla general, en las vidrieras se escenificaba algún conocido pasaje de la Biblia. La parte superior del vitral destaca por su total abstracción además de por sus numerosas y diferentes formas geométricas, con una amalgama de colores, unos más vivos y otros más apagados, pero de muy amplia y variada paleta cromática.

Ramos Uranga se acercaba de esta forma a las propuestas de algunos arquitectos bilbainos coetáneos que estaban en esos momentos diseñando vidrieras religiosas, algunas de ellas, las más espectaculares, de estilo abstracto. Fue tal la riqueza de tonalidades y matices que utilizó este pintor bilbaino en sus bocetos: índigos, almagres, ambarinos, albos, sinoples de diferentes tonalidades, cárdenos y los encarnados, unos más vivos y otros no tanto. Generaban aquellas líneas que diseñó una especie de celdas con formas geométricas muy heterogéneas en la parte superior del mural vítreo en la zona Oeste en parte cegadas por el hormigón.

Las vidrieras que planteó Ramos Uranga en el presbiterio es en donde la vidriera llega hasta el suelo con objeto de conseguir una mayor iluminación sobre esa zona. Precisamente lo hace por su fachada Este, ya que de esta forma los primeros rayos del sol llegan a completar en las horas más frecuentes de celebración del Santo Sacrificio el ambiente más propicio a tan sagrada representación.

En la fachada Oeste se encuentran el baptisterio, los confesionarios y la sacristía. Colocadas en el fondo del baptisterio, hay tres pequeños vanos, con unas vidrieras rectangulares, con un desarrollo en vertical, que se mezclan con otras menores de formas cuadrangulares, incluso trapezoidales y triangulares. Con la particularidad de que destaca, precisamente, por unos colores apacibles, incluso diría que gráciles, casi apagados en su tonalidad, con una entonación fría, entre lívida y azulada, por efecto de la luz exterior que al contacto con los vitrales apenas hace esfuerzo por penetrar.

Ramos Uranga no trataba de obtener con aquellos diseños en las vidrieras un simple efecto de iluminación ni tan siquiera algo meramente simbólico, sino que lo que pretendía era suscitar en el fiel un impacto estético, pero nada deslumbrante que le pudiera llegar a distraer de lo más importante: inspirar en el devoto tanto la meditación como el rezo bajo aquella estética abstracta. Ramos Uranga sostuvo en reiteradas ocasiones que en sus obras él siempre trató de “dibujar la luz”.

La formación de un artista

Una de las facetas menos conocidas del pintor y grabador bilbaino Gabriel Ramos Uranga fueron sus años iniciales de formación. Es un hecho lo suficientemente conocido que Ramos Uranga fue un artista fundamentalmente autodidacta e investigador infatigable. Fue pintor: la primera gran exposición de la que tenemos conocimiento fue en el Casino de Palma de Mallorca, entre mayo y junio de 1966, mientras cumplía el servicio militar como alférez, con un gran número de cuadros de gran formato con una temática ibicenca y mezclando lo figurativo con lo abstracto. Porque fue en Ibiza donde también sabemos que estuvo en la galería de arte del famoso galerista de origen alemán Ivan Spence en junio de 1966 que por entonces impulsaba exposiciones sobre todo del arte abstracto más vanguardista: Millares, Mompó, Bru, Saura, Sempere, Evans, Gibs, Dahmen, Lundgrin, Flink, Broner, Hodge, Laabs, Somer, Rutherford, Portway o Jansens.

Fue dibujante: era un joven artista que pasaría aquellos años sesenta de formación inicial en Madrid mejorando su técnica de dibujo y pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando en donde estudió Técnica Mural y Procedimientos Pictóricos con profesores de la talla de Manuel López-Villaseñor, un más que reputado pintor, académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y catedrático de Pintura Mural y Procedimientos Pictóricos en la Facultad de Bellas Artes de Madrid. También tuvo de profesor al prestigioso pintor y escultor Antonio López, que entonces era profesor encargado de impartir la Cátedra de Preparatorio de Colorido en la escuela de Bellas Artes de San Fernando.

Siempre que se inauguraba en Madrid una nueva exposición en la célebre galería de Juana Mordó suponía para este artista bilbaino un acto casi sagrado, místico, el acudir, y lo hacía para ver las obras, tanto de algunos de sus profesores como de los grandes pintores vanguardistas del momento, como Canogar, Millares, Gran, Guerrero, Laffon, Rivera, López, Sáez, Mompó, Muñoz, Palazuelo, Orellana, Saura, Sempere, Tapies, Torner o Zobel.

Fue grabador: de hecho, estudió grabado junto con su amigo Bonifacio Alfonso (Boni) en su taller en Cuenca y ambos lo hicieron bajo el apadrinamiento de Fernando Zobel en torno al Museo de Arte Abstracto de Cuenca, siendo alumno del también pintor y maestro grabador Antonio Lorenzo, y también fue aparejador (Barcelona) de formación. Ramos Uranga fue, a su vez, uno de los componentes del grupo vizcaíno de artistas Emen (Blanco, Barcelo, Cañada, Guezala, García Ergüin, García Barrena, Ibarrola, Iñurri, Larrea, de la Cruz, Muñoz, Olartua, Ramil, Rodet, Lorenzo Solís, Ucelay, Urquijo, Urrutia…), que surgió a mediados de los años sesenta.

Hegel

En esa misma época, su amigo, el arquitecto Pedro Mª Basañez, le instó a que leyera una serie de libros del filósofo G. W. F. Hegel: Poética, De lo bello y sus formas (estética) y Sistema de las artes (arquitectura, escultura, pintura y música), en la plena convicción de que las ideas de Hegel contribuirían a su formación. Al leer alguna de las páginas de los libros de Hegel, la respuesta innata de Ramos Uranga fue la de dibujar sobre las páginas de los libros que le había prestado Basañez. Dando lugar a una exégesis singular, con varios diseños, consecuencia de su lectura sobre la estética, que, según Hegel, tiene por objeto el vasto imperio de lo bello en el arte.

Ramos Uranga lo mismo dibujó sobre esas páginas la faz de una estatua griega, que algún torso de un ser mitológico, o cierto perfil griego de esculturas que estaban inacabadas, o los minuciosos detalles de unos pies, de unas manos… además de cierta figura femenina ibicenca o de un grupo de lugareños mallorquines sentados a la fresca, que fueron parte de todas aquellas iconografías que observó en su estancia en las Islas Baleares.

En aquellas páginas que leyó Ramos Uranga emergían de forma irresoluta pero elocuentemente además de sus bosquejos, varias de las reflexiones de Hegel sobre la naturaleza y la realidad, en las que sostenía que eran fuentes en las cuales el arte no podía evitar inspirarse. Porque despertar el alma era el objetivo final del arte, es decir, rebelar la verdad. No consistía en otra cosa que hacer accesible a la intuición lo que existía en el espíritu. Sustentó algo más Hegel en aquellas páginas, y era que la belleza como obra de arte, era aún más elevada que la belleza de la naturaleza, al haber nacido del espíritu.

El autor

Luis Bilbao Larrondo

Doctor en Historia. Últimos libros y artículos: ‘La vía científica en Bilbao durante el Franquismo (arquitectura, urbanismo y vivienda)’, ‘La arquitectura de Bilbao en los años sesenta del pasado siglo XX: la modernidad recuperada’, ‘El capital vasco en Madrid: la reivindicación de una moderna capital para España’, ‘Bilbao: la decadencia de la ciudad industrial 1975-1980’, ‘Urbanismo en torno a la ría del Nervión: el Gran Bilbao 1945-1975’, ‘Bilbao 1918-2018’.

 

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