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DEIA  2012/11/12

Mateo 18, 21-35

Por José Serna Andrés, * Escritor

ENTONCES se adelantó Pedro y le dijo: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas (y las deudas) que me haga? ¿Hasta siete veces?». Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.

El Reino de los Cielos se parece a unos acreedores que quisieron arreglar las cuentas con un banco que debía diecinueve mil millones de euros. Los acreedores fueron inflexibles y tomaron la decisión de cerrar el banco, apoderarse de sus propiedades, encarcelar a todos los dirigentes hasta que pagasen lo que debían y dejar a todas las personas empleadas en la calle.

Los dirigentes no se pusieron de rodillas e hicieron gala de sus influencias políticas y económicas. Dijeron: «Señor, danos un plazo y te pagaremos todo». Como en este caso no sabemos si se trababa de una expresión espiritual o de los auténticos señores de este mundo, el acreedor aplazó la deuda y además les concedió diecinueve mil millones de euros, ¿o quizá fueron más?, al 1% de interés.

Los dirigentes del banco encargaron a expertos reconocidos para que saneasen la entidad y, aunque no lo hicieron bien, consiguieron que el banco no desapareciese, que muchos de sus trabajadores continuasen en sus puestos de trabajo y que se hiciesen planes ilusionantes para el futuro.

 

Los dirigentes del banco encargaron a expertos reconocidos para que saneasen la entidad y, aunque no lo hicieron bien, consiguieron que el banco no desapareciese

 

Como fruto de aquel periplo económico tan prometedor, el banco analizó a todos sus deudores. Uno de ellos le debía doscientos mil euros. En realidad, ya había cobrado una cantidad similar, pero como aquel deudor no había pagado en los últimos años, su deuda se incrementaba en la medida en que no pagaba.

Le dio un ultimátum y, al obtener una respuesta negativa, el banco se apropió de su domicilio, y el ciudadano fue a vivir a casa de su madre junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía. Además, como la deuda era superior al valor que se estimaba en ese momento por el piso, le dejó muy claro que aún le debía cien mil euros y que como su madre le había avalado con su propio piso, se quedaría también con la vivienda de la madre.

El ciudadano se arrojó a sus pies y le suplicó: ‘Dame un plazo y te pagaré la deuda’. Pero él no quiso, sino que emprendió nuevas demandas judiciales y se quedó con el piso de su madre, con lo que las tres generaciones quedaron en la calle sin ningún tipo de protección.

Los vecinos y vecinas que actuaban según el significado del Evangelio, aunque algunos tenían derecho a no relacionarlo, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y comenzaron a apoyar a aquella familia, pero su lucha, aunque muy solidaria, no consiguió su objetivo, pero no fue en vano.

El Señor mandó llamar a los responsables del banco y les dijo: ¡Miserables! Suplicasteis y os ayudaron con la deuda. ¿No debías también haber hecho lo mismo?

Los versículos con los que termina el texto han sido censurados porque no son políticamente correctos. Sin embargo, el título de este artículo da pistas para encontrar la solución final que puede herir la sensibilidad del lector. Además, aunque todos los casos no son idénticos, puede multiplicarse el dato por cuatrocientos mil.

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